No hay un jardín sin habitantes. Estos corretean a toda prisa, se escabullen, se ocultan... pero algún rayo de sol los empuja a salir, a mostrar sus colores. En Canarias tenemos la suerte de contar con especies únicas que vistas de cerca parecen seres de otro tiempo, dominantes y temibles. Sin embargo, cuando te paras a observarlos puedes disfrutar de la variedad de sus tonos y la robustez de su piel.
Los habitantes del jardín nos observan. Esperan a que nos vayamos y así poder salir. Silencio.